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lunes, 1 de noviembre de 2010

¿Por qué los demás constituyen un pueblo y nosotros no?


¿Por qué los demás constituyen un pueblo y nosotros no?

Hace tiempo que me hago la pregunta que hace de título a este breve y sencillo texto: ¿Por qué los demás pueden reclamar la categoría de pueblo y nosotros no?

Y cuando digo nosotros me refiero específicamente a los pueblos europeos, a todos los pueblos de origen europeo se encuentren o no dentro de la Europa continental.

Dentro de la lógica plana del pensamiento materialista dialéctico progresista, sea en sus vertientes liberales o marxistas, vale remontarse a cualquier época y a cualquier circunstancia histórica, para encontrar motivos y descalificar a nuestros pueblos por ser “genéticamente malos” o “intrínsecamente fascistas”, y terminan siendo siempre los mismos los descalificados: aquellos que estructuraron en nuestra comunidad una política y una cultura suficientes, como para que sepamos y veamos que la forma de vida del mundialismo no es la única posible.

Y sería de ignorantes descalificar a otros pueblos o negarles sus derechos, pero sobre lo que quiero llamar la atención aquí, es sobre el hecho concreto de que en la versión plana, infantil, maniquea de la historia, resulta que la opresión pareciera patrimonio solamente de aquellos que el aparato mediático y cultural políticamente correcto descalifica.

Lamento desilusionarlos, pero la historia es mucho más compleja, imperialistas los ha habido de todos colores y en todas las épocas, y las relaciones entre los distintos pueblos en el espacio terrestre no pueden simplificarse de ese modo salvo que uno sea un llano ignorante.

Pero ignorantes son los que se compran el discurso, no los que lo generan. Ellos saben bien cuáles son sus objetivos y para qué lo hacen en cada caso.

Cuando un grupo ya no tiene poder ni identidad, suelen utilizarlo como ariete contra el que todavía tiene posibilidades de resistir.

Concretamente: si los romanos dejaron una herencia sólida y la memoria de una estructura política importante como fundamento para que Europa se recupere de algún modo, los romanos son malos. Si los españoles han hecho que millones y millones de personas se entiendan en español, el español es malo. Y no hablamos aquí de nostalgias de imperialismos pasados, sino simplemente de una organicidad mínima cultural que los pueblos europeos han construido por milenios y que no hay porqué perder.

Se recuerda que los romanos sometieron a los germanos, pero no se recuerda la germanización del imperio mediante la incorporación de los germanos a las legiones.

Se recuerda la conquista de América como un genocidio, pero los supuestos exterminados son los mismos que ahora reclaman, y descienden en muchos casos de imperios aborígenes opresores y en el seno de los cuales se daban más feroces guerras de conquista que aquella por la cual reclaman.

Siempre hubo alguien que pasó o vivió en el territorio que pisamos. Podemos remontarnos de ese modo a cualquier tribu anterior, asumir esa identidad inventada y reclamar en su nombre. Y así por los milenios de los milenios, aunque sea ridículo.

¿Cuánto tiempo hay que estar en un lugar para que los señores progresistas buscadores de genocidios nos puedan llamar “originarios”? Hay que acordar que les hacemos las cosas muy fáciles, porque ante las imbecilidades que siembran, siempre recogen algo hasta de los nuestros, que suelen colgarse también de estas cosas. Entonces nos pasamos midiendo el grado de imperialismo de cada cosa de hace mil años, de cada migración de pueblos, de cada superposición racial, de cada conquista. Por ese camino el fraccionamiento y la dispersión terminan siendo infinitas. Por ese camino nunca somos lo que somos porque siempre fuimos antes otra cosa.

Es la pura fantasía progresista que curiosamente en vez de ir hacia

delante, va en este caso para atrás, para demostrar que todos han sido oprimidos alguna vez, pero siempre por aquellos que les molestan a ellos en la actualidad.

¿Debemos nombrar a aquellos que nunca se llevan el mote de opresores? ¿Es necesario hacerlo? Sabemos quienes son, así como sabemos quienes terminan siendo siempre unos fascistas, aunque sean tan oprimidos como los demás.

Digámoslo de una vez: somos lo que somos, los últimos de un pueblo en extinción, pero no tanto por el color de piel, sino más bien porque hemos elegido que nuestra identidad esencial sea el

dinero que fabrican otros y que todo lo demás de nuestro pasado, sea pecado.


Por: Juan P. Vitali

Fuente: TdE

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